septiembre 12, 2007

EL CULPABLE


Un joven fuerte de cuerpo pero debilitado por el hambre, se hallaba sentado en la vereda con la mano estirada hacia los transeúntes, mendigando y repitiendo la triste canción de su fracaso en la vida, padeciendo hambre y degradación.Al llegar la noche, secaron se sus labios, debilito se su lengua y su mano aún se hallaba tan vacía como su estómago. Con las limitadas fuerzas que le quedaban, consiguió salir de la ciudad y sentarse bajo un árbol a llorar amargamente. Entonces elevó los vacilantes ojos al cielo, mientras el hambre lo carcomía por dentro, y dijo:_ ¡ OH, Dios !, fui a ver al rico en busca de trabajo, pero él me lo negó por mis harapos. Llamé a las puertas de la escuela y fui despedido por tener las manos vacías. Pedí cualquier ocupación a cambio de pan cotidiano, pero fui repudiado por mi aspecto. Al fin, me resigné a pedir limosna; pero al verme tus fieles, ¡ OH Dios ! , me decían que soy joven y fuerte y que la ciudad no debe socorrer a los perezosos. ¡ oh Señor ! , por tu voluntad mi madre me dio a luz, y si existo en ti, soy como tu has querido. ¿ por qué los hombres me niegan el pan cuando lo pido en tu nombre ?En ese instante la fisonomía del joven cambió. Se puso de pie y sus ojos relucían como astros. Con una rama seca elaboró un grueso bastón e indicando con él a la ciudad, gritó:Pedí vivir con el sudor de mi frente y nada obtuve; colmaré mis deseos con la fuerza de mi puño. Pedí pan en nombre del bien y los hombres no me escucharon, entonces lo tomaré en nombre del mal y lo tendré en abundancia.Los crueles años hicieron del joven un ladrón, asesino y exterminador de almas. Aniquiló a sus enemigos y juntó una fabulosa riqueza, con la que superó a los poderosos. Fue admirado por sus colegas, envidiado por el resto de los ladrones y recelado por las multitudes.Sus riquezas y fingida reputación influyeron sobre el emir para que lo designara alcalde de esa ciudad: el triste comportamiento de los malvados gobernantes. Entonces los despojos fueron legales; la autoridad estimuló la opresión; el exterminio de los débiles fue un lugar común; las muchedumbres sobornaron y lisonjearon.De esta manera, el hombre hace, por su avaricia, del indigente un criminal, y por su dureza, del pacífico, un sanguinario.


KHALIL GIBRAN -Lágrimas y sonrisas-