diciembre 14, 2007

sí loco, el punk es más que sonido


Sí loco, el punk es más que sonido

El universo de las culturas juveniles sólo se visibiliza cuando algún acto desafortunado pasa al interior de ellas, de lo contrario, se mantiene en la esquina más olvidada del ostracismo político. En efecto, los jóvenes son visibilizados por la sociedad, cuando hay enfrentamientos entre tribus urbanas, alteraciones al orden público o en casos extremos cuando algún joven pierde la vida en forma violenta, fenómeno que en la actualidad se ha vuelto muy frecuente.

Este es el caso de los sucesos acaecidos en la noche del 23 de noviembre, en la ciudad de Ibagué, cuando el punk Ricardo Ruge, “el loco”, perdió la vida, y un skater fue gravemente herido, al parecer, bajo la mano sanguinaria de una secta de Skinhead[1] de corte neonazi.

De nuevo la muerte, es la única que convoca a la prensa regional y nacional, la cual, bajo sus ya acostumbrados artículos superficiales y tendenciosos, referenciaron el acto de barbarie, como una supuesta guerra entre tribus de la ciudad. Como sólo se dedican al rastreo de consumidores e industrial culturales y, si el Tiempo da Espacio, balbucean las prácticas, significados, y horizontes de sentido de las culturas juveniles.

La muerte de “el loco” no es un producto de una guerra entre tribus, no se da por la disputa de un territorio, ni surge por el cruce de rencillas entre gustos estéticos o sonoros, tampoco es un hecho aislado en el panorama político nacional. Es la consecuencia de la atomización social que vive nuestro país, que ha llevado a amplios sectores de jóvenes a las trincheras contraculturales y, también, a que un reducto se entregue a proyectos totalitarios, como la filosofía nacional socialista alemana.

En este sentido, la muerte de Ricardo Ruge o los constantes enfrentamientos entre los punkeros y los skinhead de corte neonazi, no se dan a raíz de simples brotes de intolerancia entre las culturas juveniles: PRIMERO, porque la ideología de la muerte que enarbolan las bandas neonazis, no es producto de la reorganización del mundo juvenil contemporáneo y, SEGUNDO, porque su accionar de sangre y muerte no responde a los cánones establecidos de un movimiento cultural. Por ello, a lo que asiste la sociedad, es a la estructuración de una organización paramilitar juvenil, que ha recogido las acciones y funciones de Las Sturmabteilung o SA (tropas de asalto), organización paramilitar “camisas pardas” del partido nazi alemán.

Estas agrupaciones de terror y muerte se dedican en consecuencia a discriminar, golpear y asesinar a todos aquellos que son diferentes, al otro y lo otro, por ser considerados inferiores a su “raza” e “ideología”. Son maquinas programadas, exterminadores sociales, traficantes de la vida y enemigos de la alegre rebeldía. Realizan rondas nocturnas, con el único propósito de agredir físicamente a homosexuales, indigentes, ladrones, mestizos, extranjeros, rockeros, punkeros… siendo estos últimos, los escogidos en la caravana de sangre del 23 de Noviembre.

La tribu punkera fue herida de muerte al defender la autonomía y la libertad. No fue suficiente poner “la cresta” en alto, las fuerzas oscuras de los perros sin bozal del fascismo y de sus amos uniformados, decidieron gritar al unísono muerte, muerte muerte.

[1] El skinhead tradicional es un luchador de las causas obreras, un cómplice idóneo de la transformación social, sin embargo, un grupo de jóvenes de ultraderecha, tomaron por asalto sus atuendos y estilos, ya que eran apropiados para sus batallas, es decir para sus prácticas fascistas.